Y terminar en Birmania (Myanmar)

22/11 - Con el visado ya impreso en el pasaporte en la oficina de inmigración todo fue sonrisas, amabilidad y buenos gestos.
Tachileik es también una pequeña ciudad comercial frente a Mae Sai, separada por un puente que hace de frontera entre ambos países, muy controlado por ambas policías.
Existe una gran diferencia arquitectónica pues casi todos los edificios están muy deteriorados. Las calles y carreteras se encuentran en mal estado y hay muy poco que ver. Y lo más lejos que se puede llegar tanto en bus como en taxi es hasta Kengtung , a 163kms.. Desde allí, el único medio de transporte para los extranjeros es el avión y de esta manera el gobierno puede tener un control total de quienes se mueven por este país.
Para poder llegar hasta mi siguiente destino, el Lago INLE, debía comprar en una agencia de viajes estatal un billete de avión con Air Mandalay hasta Heho y luego tomar un taxi hasta Nyaugshwe donde se encuentra el mismo. Y de esta manera sería el segundo control gubernamental. Ya me tenían bien fichado!!.
Me quedé en un hotelito familiar algo barato (250B) para lo que había por los alrededores. Lo encontré entre las callejuelas cerca del mercado tras patear más de dos horas ya que los demás estaban sobre los 400B, pues no tenía ninguna referencia por donde me estaba moviendo y todos los paisanos a los que había preguntado me dirigían a los caros. Sólo pasé una noche y fue una primera toma de contacto con la comida callejera, básicamente hindú, muy característica en este país. También comenzaba a ver a los primeros hombres vestidos con sus longyis (faldas tradicionales de tela) y las mujeres con las caras untadas de thanaka (polvo de madera mezclada con agua para hidratar la piel).

23/11 - El trayecto al aeropuerto, que está a pocos kilómetros, fue realmente desesperante pues el conductor del tuck-tuck, que en un principio me dijo que me llevaba, sólo lo hizo hasta dos calles más allá, parándose en la oficina de correos. Típica trampa del "yo no entiendo que quieres ahora guiri!!". Pues nada... a discutir. El individuo quería que le pagase lo mismo que valía el trayecto hasta el aeropuerto… Tuve que coger otro, mientras me lanzaba todo tipo de improperios, y casi llego tarde. Cosas del viaje.
El exhaustivo control comenzaba desde la verja de entrada al recinto donde un militar en la puerta de acceso tenía un listado fotocopiado de todos los pasajeros, otro control igual a la entrada del edificio y otro también al pasar el acceso al avión.
Desde el aeropuerto de Heho tomé un taxi compartido con Mark, un belga sesentón bastante chiflado que encontré en la salida del edificio luchando por el precio del trayecto a Nyaugshwe. Mientras cada uno quería ir a “su hotel”, el taxista nos propuso el suyo. Pues no. Ahí también tienen comisión y yo tenía claro mi destino: el Teakwood Guest house, y allí fuimos, cerca del lago, del mercado y varios templos. Lástima que llegamos oscureciendo y no pude ver mi primera caída del sol sentado junto al lago, cerveza local en mano!.
La siguiente mañana quería visitar a primeras horas el mercado flotante y pasear por el Lago Inle, “la joya” del país, uno de los principales reclamos turístico (aprox. 22Kms. de largo por 11Kmsde ancho). Mientras observabas las embarcaciones comenzaron a llegar muchos turistas, sobre todo "empacketados" en lujosas guaguas de agencia de viajes, por lo que desistí de ese primer plan.
Mientras caminaba coincidí por la zona con una alemana, un francés y una china, que buscaban alguien más para chartear una canoa lenta a motor para todo el día (2.500K c/u) previo pago en la oficina de turismo que se encuentra ahí mismo del pase que da derecho a entrar en el lago (3.600K) durante todo el tiempo de estancia en la ciudad, .
Con cómodos asientos, la mayoría, y un ruidoso motor, fue un lento y mágico trayecto a través de las glaseadas aguas que, con la bruma de temprana hora flotando sobre el lago, difuminaba las siluetas de los pescadores remando a una pierna o recogiendo las canastillas cónicas de mimbre cargadas de peces. Llegamos hasta el poblado Ban Kan, el punto más al S. del lago, donde se encuentra la Pagoda y Monasterio Taung Tho, un complejo con varias estupas blancas y doradas de estilo arquitectónico Shan situados sobre un montículo con extraordinarias vistas al que se accede por un largo pasillo de escaleras cubiertas con una larga marquesina a dos aguas. También visitamos su mercadillo donde una vez a la semana llegan los aldeanos de diferentes etnias a vender o intercambiar sus productos.
Navegamos por algunas de las diecisiete aldeas que en el lago se distribuyen levantadas sobre las aguas por medio de estacas de madera (palafitos), entre pequeñas casas aisladas, algunas rodeadas de largas hileras de huertas flotantes, jardines, plantaciones varias (de arroz, tomates, papas, coliflores, judías, calabazas, frutas.…), cocoteros..., fabricas de tabaco, talleres de joyería, telares que traman la fibra de la flor de loto, varios colegios, un hospital… y todos flotantes!!. La mayor parte de estas comunidades dependen de oficios artesanales y de la pesca: carpas, bagres, pequeños peces... y los pescadores con posturas que parecen acrobáticas practican su oficio remando con un pie y manteniendo el equilibrio con el otro, bajo sus protectores gorros cónico.
Todas sus callejuelas son de agua, así que el trasporte se realiza en pequeñas embarcaciones que hasta los niños manejan con tremenda facilidad y habilidosa soltura desde muy pequeños.
En la parte occidental del lago se acumula grandes cantidades de jacintos de agua que hunden sus enmarañadas raíces en el barro, que luego crecen y se expanden sobre la superficie. Los Intha, la etnia mayoritaria, suelen arrastrarla poco a poco hasta un lugar próximo a sus poblados, la disponen en largas hileras flotantes separadas por canales y la fijan al fondo con estacas de bambú. Pronto la acumulación de sedimentos convierte esas hileras en auténticos vergeles capaces de producir varias cosechas al año. 
Incluimos en el recorrido una visita al Monasterio Nga Phe Kyaung o Monasterio de los gatos que saltan, bajo las órdenes del monje-educador, aunque me hubiera gustado más ver a esos monjes barrigudos esforzándose en saltar como los felinos! Para pasar el rato en el monasterio los monjes han enseñado a algunos de los muchos gatos que viven con ellos a dar medidos saltos para pasar a través de un aro convirtiéndose de esta manera, con el paso del tiempo, en una atracción turística más en Myanmar. Así y todo, los monjes se quejaban de que los turistas sólo vienen a este lugar para ver el show, ignorando de esta manera la bellísima arquitectura, todo en madera, en que ha sido construido este templo, en 1850, y que junto al pintoresco paisaje quedan relegados a un segundo lugar.
El monasterio está casi a oscuras aunque se puede observar una multitud de estatuas de Buda con sus propios santuarios, algunos iluminados como si de luces navideñas se tratara, mientras que otros eran difíciles de ver. El techo igualmente de madera y de muy complicados tallados tiene un aspecto vetusto.
Continuando el recorrido nos detuvimos en un restaurante flotante que hay junto al templo Phaung Daw Oo Paya antes de visitarlo. 
Se trata de uno de los lugares más sagrado de este Estado Shan, donde destacan cinco hermosas imágenes de Buda completamente "empapeladas" de finísimas hojas de oro que los devotos pegan como ofrenda, situadas en sus altares, en el interior de este "fresquito" templo de madera. Todos los años se realiza un festival que saca alrededor del lago cuatro de ellas, asistiendo miles de devotos de todo el Estado Shan.
De vuelta pasamos lentamente entre las hileras de casas, algunos de los tantos jardines flotantes y cerca de pescadores que sobre sus canoas atrapaban sus últimas piezas del día, mientras cantidad de aves nos sobrevolaban de regreso a sus nidos pues se acercaba el anochecer, concluyendo con un más que merecido baño en el centro del lago.
Los siguientes días los pasé paseando por este maravilloso pueblo, rodeado de verdes montañas y cruzado por pequeños canales que van a dar al lago. Se pueden hacer diferentes rutas a través de los montes cercanos, tanto en bici como a pie, hasta las aldeas de los alrededores del lago. Incluso hay una ruta de varios días muy utilizada que llega hasta Kalaw.
Un teatro de marionetas, cada tarde, realiza hasta dos representaciones según cuantos turistas se apunten previamente. 
Por las tardes, esperando la caída del sol varias cantinas con terrazas al borde del lago aguardan a los clientes con música local, comida y cervezas. Hay varios restaurantes en este pueblo donde también hay comidas caseras y se puede beber licores o cervezas.

27/11 – A las 6 de la mañana caminaba a oscura hacia una de las esquinas del mercado Mingaia donde paran las rancheras o “pick up” que salen de este pueblo cargados de gente, tanto los que se llevan las compras mañaneras realizadas como los currantes que van a otros lugares, algunos estudiantes y monjes. 
Éste me dejó en el cruce y tras más de una hora de espera, pues las pocas que pasaban no iban dirección Kalaw, conseguí un puesto en el techo de otra ranchera junto a cinco jóvenes, y gracias a las continuas risas que nos echábamos se me pasó las dos horas de trayecto hasta Aung Ban “volando” . Y desde allí tomaría otra que en media hora me dejaría frente al Mercado Central de Kalaw a las 11 de la mañana.
En la cuesta final de la calle principal del mercado se encuentra un económico hostal, el Golden Kalaw Inn, del que tenía referencia por otros viajeros. Eddie, el hijo del propietario es un tipo muy amable y me informó de todos los paseos que se puede realizar por la zona, poniéndome en contacto con George, un guía local que habla varios dialectos. Éste por 24$, con 3 comidas diarias en diferentes aldeas, se comprometió llevarme durante 3 días por las montañas donde habitan varias minorías étnicas: "los Bamar, Danu, Intha, Kayah, Palaung, Pa O (Karen negro), Shan, Taunghtu, y Taung-yo, entre otras".
Mi llegada había coincidido con el mercado del 5º día por lo que cantidad de vecinos de todos los lugares venían a vender o a comprar. Ahí se puede encontrar casi de todo, desde ropa tailandesa o china, artículos de ferretería, menaje de todo tipo, comida, calzado... Compré unas zapatillas chinas de tela que me había recomendado un viajero para caminar por el monte y que hasta hace pocos años estaba prohibido calzarse bajo pena de cárcel ya que sólo las podían utilizar los militares birmanos. Con ellas "en las manos" se podía adivinar su malísima calidad. Ni que decir una vez puestas!.
Cenando en el restaurante nepalí Everest, que es muy bueno, conocí a unas hermanas vascas que iban a realizar senderismo por un día y comentamos que posiblemente coincidiríamos en algún lugar de las montañas. Como así sucedió más adelante.
A las 8 de la mañana comenzaba el recorrido. Atravesamos los poblados Ywathit y Taryaw, de etnia Palaung. Sus casas, construidas sobre estacas de maderas, son grandes 
y alargadas, muy amplias, sin enseres y habita por completo casi toda la familia. Cerdos, perros y gallinas deambulan bajo ellas. Las mujeres visten de color azul y rojo. Casi todos se dedican a cultivar el arroz y plantas de tabaco -para luego hacer los cigarrillos liados (cheroots) típicos birmanos que se mezcla con otras plantas, raíces y hierbas-, y que se llevan a las casas donde las pesan y meten en sacos para vender en los mercados.
La noche la pasaríamos en una posada, sobre un monte, con habitaciones acondicionadas para turistas compuesta de una cocina-comedor, un baño con una manguera que hacía de ducha y varios dormitorios con amplias camas llenas de mantas. Me encontré con un grupo de 5 que había llegado también al lugar y juntos vimos la maravillosa puesta de sol entre las montañas del inmenso valle bebiendo té. Cenamos dal bhat (arroz y lentejas al curry con arroz blanco) pues el dueño es un nepalí casado con una birmana y terminamos la noche con diferentes juegos de mesa bajo la luz de una lámpara de keroseno. Fuera, la temperatura bajaba muy rápidamente cuanto más pasaban las horas.
A primera hora de la mañana la bruma cubría todo el valle y nuestro monte, y el frío era aguantable. Tras el desayuno cada grupo tomó su ruta. A medio día íbamos dirección S.O. hacia las montañas cuando nos cruzamos con un grupo de dos alemanes que venían con su guía y que con cara de enfado preguntó algo al mío. Noté que con mala cara le indicaba que se volviera para atrás ya que donde yo le pedí dirigirnos es zona restringida por el gobierno. Me jodieron el plan pues yo quería llegar hasta unas plantaciones de opio. Conocía esa información porque lo había contado un viajero en uno de esos foros de viajes a través de interné. El guía se disculpó y me indicó que cambiábamos los planes y que nos íbamos a otra zona más segura. Seguimos visitando varios poblados, uno de ellos Thithla de etnia Pa O, donde estuvimos con unos viejitos casi moribundos, pero que aún tenían fuerza para hacer manualidades, con los que estuve un buen rato charlando ayudado por el guía para que nos entendiéramos. Terminé comprándoles unos pequeños palos de bambú que hacían de campana, con un sonido muy agradable cuando chocaban al ir caminando, y una funda de tabaco de mimbre que lo utilizaría más tarde para hacer un regalo. 
Las casas están bastante separadas unas de otras, son pequeñas y es habitual ver gallinas saltando a su interior. También están elevadas sobre estacas de madera pues así evitan las avalanchas de tierra y agua cuando llueve con intensidad, y que los animales entren en ellas. Las mujeres visten de un azul muy oscuro. Por la tarde-noche llegamos a la aldea Ywapu, de etnia Danu, pero en la casa donde nos íbamos a quedar a dormir había una pareja de franceses. Continuamos un buen rato caminando hasta Sharpin, otra aldea, atravesando varios campos de arrozales y pinares, e hicimos noche en casa de otra familia que también permite un espacio en su vivienda para los viajeros y así ganar un dinerillo que recibe del guía. Tras cenar todos juntos, George me llevó a través de la oscuridad de la noche a un grupo de cabañas donde varias familias estaban reunidas, en una de ellas en torno a una gran cacerola con brasas. Pasamos varias horas procurando entendernos entre risas y proposiciones de boda!!. La noche la pasé con la primera familia durmiendo todos en el salón de la casa, menos una pareja joven de nativos que lo hicieron tras unas cortinas ya que tenían un recién nacido. Desayunamos juntos nuevamente y entrada la mañana nos dirigimos hacia Panlone, una aldea Pa O, donde almorzamos y continuamos hacia varios poblados Danu concluyendo la excursión a media tarde en Kalaw.
Por la tarde, buscaba un ticket de bus hasta Pyin U Lwin para el siguiente día pero sólo pude conseguir hasta Mandalay y desde allí debía buscar una conexión con otra guagua. Cuestión pues de conexiones.
Nuevamente la merienda se compuso de chai (te con leche muy dulce) y gulab yamun (bolas de harina y leche con sirope). Por la noche cenaría nuevamente en el restaurante nepalí.

1/12 - Sobre las 8:30 de la noche pasaba la guagua hacia Mandalay, idónea para hacer las ocho o diez horas que dura el trayecto mientras duermo en ella.
Dos controles militares en carretera hicieron que apenas descansara pues todos debíamos bajar, caminar lentamente unos metros delante de ellos, y volver a subir.
Aún teniendo dos plazas compradas para estar mejor recostado tampoco los asientos ayudaron por lo deteriorados que se encontraban. A las 4 de la mañana llegamos a una calle de esta enorme ciudad y todos los pasajeros bajaron. Pero... ¿dónde estábamos realmente?. No tenía ninguna referencia situacional. Compartí taxi con una pareja de canadienses que venían en mi guagua, pues ellos se quedarían en un hotel que ya tenían reservado, y yo continué hasta un lugar cerca de un mercado donde supuestamente se debía hallar una estación de guaguas pero al ser tan temprano estaba cerrada. Tras unas largas vueltas intentando encontrar un lugar donde dormir, ya que estaba realmente cansado, y a esa hora había muy poca luz en las calles y todo estaba cerrado surgió una idea rápida… "aquí hay que esperar varias horas a que abra algún hostal, que evidentemente hay que buscar… y como de regreso del N. del país debo pasar nuevamente por Mandalay, pues continuaré hacia Pyin U Lwin, mi próximo destino". Así que, en la misma esquina donde me bajé varias rancheras que pasaban se detenían en busca de pasajeros hacia sus destinos. Me senté en la parte trasera de una que se dirigía hasta esa ciudad mientras iban cargando el vehículo hasta los topes. Ya en ruta, comenzaba a ver a través del mogollón de bártulos y de gente que abarrotábamos el vehículo el amanecer. Fue precioso. Una espesa bruma envolvía la carretera y las aldeas que íbamos atravesando. El aire era bastante húmedo y frío. Tras dos horas y media paramos en Zeigio, el Mercado Central de Pyin U Lwin.
Al entrar en ella daba la impresión de ser una ciudad sorprendentemente interesante, pues pasear por sus calles es admirar la cantidad de casas y mansiones coloniales pintadas en atrayentes colores. Ahí habitan más de 10.000 hindúes y 5.000 nepalíes (muchos de ellos gurkhas) traídos por los colonos británicos para trabajar en lo que fue en su momento una estación de montaña (1.070mts.) y cuartel general de la infantería bengalí.
Observar pasar o, mejor, subirse a las tradicionales carretas tiradas por viejos ponis (que de algún un modo evocan cómo se trasladaban los pasajeros en el oeste americano de las películas yanquis); degustar los riquísimos dulces hindúes en las tiendas: Burfi, Gulab Jamun, Kulfi, Rasgulla, Rasmalai..., que junto a un chai, o dos, saben de maravilla; o entrar en uno de los dos mercados donde a primeras horas de la mañana cientos de vecinos abarrotan los estrechos pasillos de los comerciantes, en puestos muy apiñados, vendiendo sus productos. Suele ser muy colorido ya que muchos aldeanos llevan sus vestimentas tradicionales. Entre todos los puestos destaca el de Aung Kyaw, popularmente conocido como Mr Bean, aunque estos días sólo estaba su señora, y que la guía de viajes Lonely Planet de Myanmar de hace algunos años lo hizo famoso entre sus lectores por caracterizarse al preparar riquísimos platos de ensalada de hojas de té con judías o guisantes. Todos los puesteros fueron muy simpáticos y amables, parándome a cada momento para charlar debido a que son pocos los turistas independientes que vienen por estos lugares.
Caminar por los alrededores fue disfrutar de los encantos de la naturaleza, como son los jardines de frutas, de rosas, lilas, orquídeas…; 20 hectáreas de bosque natural con senderos, puentes suspendidos o pasarelas de madera donde destaca una descomunal arboleda en el gigante Jardín Botánico (4.000K) que tiene un lago con una estupa sobre un pequeño islote, al que llegué en un carruaje multicolor bajo un sol extraordinario. Toda la mañana la pasé recorriendo ese maravilloso entorno, y que tanto me sorprendió, en un país como éste de gentes muy poco concienciada con el cuidado de la naturaleza.

3/12 - A las 7 de la mañana una carreta me trasladaba lentamente hacia la estación de tren pero, como siempre, vino con retraso y esa vez de 3 horas!. Este tren era conocido en el pasado por ser el que transportaba mercancías del mercado-negro hacia y desde China.
Mi siguiente destino sería Hsipaw y el recorrido iba a ser de los más pintorescos de todos. 
Aproveché para desayunar en el mercadillo que está al lado de la estación y para hacer tiempo me fui a visitar un pequeño poblado de chabolas de madera que está situado cerca de las vías. Cantidad de chiquillos se me acercaban entre gritos y risas y a través de las puertas de las pequeñas casas algunos mayores me saludaban e indicaban que entrara. En poco tiempo fui el acontecimiento principal del día. Y de repente me encontraba rodeado y conversando con muchos a la vez. Me invitaban a pasar a sus casas a comer o a beber té. Decían que ningún turista había tenido nunca la idea de visitarlos y charlar tranquilamente con ellos. Yo sí que tenía en ese momento tiempo más que de sobra!. Que buena gente.
A las 12 el tren salió dirección Lashio, atravesando pequeños poblados junto a las vías, colinas muy bonitas y muchos tramos rozando la verdísima vegetación que se introducían en ocasiones por las ventanillas del mismo. Paramos durante un corto tiempo en alguna que otra pequeña estación donde cantidad de vendedoras ambulantes con sus caras untadas de thanaka se acercaban con sus cestas en la cabeza a vender sus productos en las vías o a través de las ventanillas.
En una de ellas incluso hubo tiempo de descender y desde una especie de mirador poder observar durante unos minutos el espectacular Viaducto Gokteik (construido en 1900 por los británicos), con una altura de 300mts. y un trazado de 700mts., que tendríamos que pasar mas adelante a una lentísima velocidad debido al frágil estado en que se encuentra sabiendo que el gobierno no le hace apenas mantenimiento desde su construcción. En aquella época fue el segundo más grande del mundo. Las vistas sobre el valle, en lento movimiento, son dramáticamente espectaculares.
Llegamos a Hsipaw anocheciendo, algo que yo no quería que sucediera puesto que no me gusta llegar a ningún lugar sin poder ver con claridad donde me encuentro, y caminando me dirigí al hostal de Mr. Charles (hostal Myat Yatana). Apenas había gente por las calles debido a que todo estaba cerrado.
Mr. Charles es un señor muy amable, todas las mañanas pasea tres o cuatro horas por los alrededores y si tiene gente hospedándose con él se los lleva a caminar y visitar a los vecinos. Como así ocurrió conmigo y con Annie, una chica inglesa. Nos llevó a una pequeña fábrica de velas para mostrarnos cómo las hacen, continuamos recorriendo por las afueras del pueblo llegando hasta varias aldeas con inmensos arrozales, entre ellas Nada y Shan. En ésta última, al día siguiente, se iba a celebrar una boda. Al verme interesado habló con ellos y consiguió que me invitaran a la ceremonia. Que suerte había tenido pues no es fácil coincidir con estas celebraciones con tanta facilidad.
A la mañana siguiente, y a la hora que me habían dicho, aparecí por ahí. La casa estaba adornada con guirnaldas de flores y papel de muchos colores. En una carpa situada en el centro de la propiedad había varias mesas alargadas rodeadas de comensales sentados degustando los diferentes platos que desde un fogón con varios calderos se estaban cocinado. Detrás, un grupo de hombres cocinaban también en un agujero hecho en el suelo. Pero, al aparecer los prometidos, me llevé una enorme decepción al observar que la novia bajaba de una habitación al patio en traje de boda occidental de color rosa y él con la falda tradicional longyi pero con una chaqueta de cuero negro!!. Creí que lo harían en sus trajes tradicionales, ya que me encontraba en un apartado lugar. La gente se emocionó mucho, pero yo… Todos querían que me sentara a comer a su lado, y los novios me invitaron a fotografiarnos juntos. 
Al marchar observé en la entrada que dos muchachas estaban sentadas frente a una mesa con una cajita y paquetitos de regalos. Comprendí enseguida que la costumbre de aquí es que todos los invitados cuando entran al recinto de la casa pasan por la mesa, dan un donativo para los que se casan y reciben un obsequio en agradecimiento. Me disculpé por el despiste y les ofrecí una cantidad de dinero que entre risas aceptaron.
A los lados de los diversos caminos que atraviesan muchas aldeas se encuentran diferentes estructuras de bambú, algunas con una pequeña casita en la parte superior, otras son sólo una especie de puerta de entrada o salida, o simplemente una casa sin paredes. Pertenecen a las comunidades animistas y por ahí pasan o viven los espíritus. Nadie debe traspasar esas puertas reservadas a ellos pues traería muy mala suerte para los pobladores y tendrían que hacer sacrificios de animales para calmar la ira que podría convertirse, según ellos, en algunas muertes por enfermedad.
Los paisajes son deslumbrantes. Se pueden realizar también muchas rutas en bici por los alrededores.

6/12 – De vuelta a Mandalay en una destartalada guagua llena de cajas y bártulos miles y la otra parte “ajustada” para el pasaje nos pegamos seis interminables e incómodas horas.
Desde la estación un ciclo-taxi, que son muy económicos, me llevó hasta el hostal Sabai Phyu muy cerca del Fuerte Mandalay. Es barato (6.000R) e incluye el desayuno en una gran habitación que han acondicionado en la azotea con unas excepcionales vistas.
Todas las noche el pequeño teatro Mandalay Marionettes & Culture Show, realiza un magnífico pase de marionetas, de una hora (5.000R), en el que se puede disfrutar de coloridas danzas de marionetas, música tradicional con arpa birmana, xilófono, cuentos budistas e hindúes y una exposición de diferentes tipos de marionetas hechas a mano con trajes antiguos finamente elaborados. A la salida se me acercó un ciclo-rickshaw que se ofreció ser guía por un día entero y llevarme al día siguiente con su moto particular por Sagaing-Inwa y Amarapura. Convenimos el precio, 7.000R , pues hablaba buen inglés y me pareció un apropiado guía para la introducción por todo ese entorno. Continué caminando de regreso hacia mi hotel a través de la avenida 66 que recorre todo el muro y foso E. (2km) del Fuerte Mandalay pensando en la ruta que podríamos hacer, disfrutando de la apacible noche y tenues luces mientras muy pocas personas deambulaban por el lugar a esas horas. Ésta es una ciudad muy tranquila y de absoluta confianza.
A primera hora de la mañana ya estaba en la puerta de mi hotel esperándome con su destartalada moto. La primera parada la hizo en un almacén donde se fabrica las hojas de pan de oro, preciada ofrenda que son pegadas a las figuras sagradas. Es un duro trabajo manual realizado por varones donde las máquinas no se precisan, sólo enormes mazos para aplanar decenas de láminas de oro de 3cms. x 1cm. sobre un taburete de madera o piedra durante varias horas en diferentes posiciones. Cuando alcanza la extra-finísima medida de 0,00127cm son cortadas en cuadritos y empaquetadas en cajitas por varias mujeres sentadas alrededor de una mesa. Los devotos las compran y las llevan siempre encima cuando hacen alguna peregrinación a lugares sagrados ganando así méritos religiosos al pegarlas sobre figuras religiosas. Es signo de devoción. Miles de imágenes, Pagodas, Estupas, o piedras por toda Myanmar están recubiertas, de esa manera, de oro.
La siguiente parada fue a mitad de camino en un puesto de control donde se debe comprar el pase para visitar las ciudades antiguas (3$) y que, aunque no lo van a pedir, es una manera muy apropiada que tienen de recaudar fondos del turismo para seguir manteniéndolas. Atravesamos el largo puente de hierro que cruza el río Ayeyarwady, construido por los británicos en 1934, y entramos en la ciudad de Sagaing, antigua capital del Estado Shan. Desde su colina, un refugio para los devotos budistas en el que hay numerosas pagodas, varios hermosos templos, monasterios y conventos donde miles de monjes de morado y monjas de rosa pálido habitan en ellos. Las vistas son realmente extraordinarias sobre todo el entorno pues se observa cientos de blancas bóvedas de las Estupas esparcidas entre un verde bosque.
Muchos birmanos la consideran el centro de la fe budista del país. La paz y la enorme tranquilidad de este pueblo lo hace perfecto para pasar varios días ya que algunos hostales sin licencia abren sus puertas al viajero por menos de 2$, cerca del mercado central donde se encuentran tiendas, varios restaurantes y teterías.
Entre sus Pagodas destacan Sun U Ponya Shin construida en 1312, y lugar perfecto para las tomas fotográficas; Htupayon, de tres plantas circulares con nichos arqueados y de un estilo poco usual; Ngadatgyi, con un enorme Buda sentado. También el Templo de la cueva Tilawkaguru con hermosas pinturas murales; las Cuevas Umin Thounzeh, que contiene 45 imágenes de Buda,
A 10kms., atravesando muchos poblados se encuentra la Pagoda Kaunghmudaw, construida por el rey Thalun en 1636, donde dicen que se encuentra un diente de Buda similar al del Templo del diente de Buda de Kandy, una la ciudad singalesa. Tiene una cúpula de 46mts. de alto y 274mts. de circunferencia levantada sobre tres terrazas, adornadas con 120 Nats (espíritus protectores), y Devas (seres celestiales), de un blanco tan reluciente que hasta el ordenador de las cámaras fotográficas pierden el tino.
La antigua ciudad llamada Inwa se encuentra anclada sobre una isla formada por los sedimentos transportados durante miles de años por la confluencia de los ríos Ava y Ayeyarwady. Fue desde 1364 y durante un largo tiempo capital del reino del N. de Birmania tras la caída de Bagan.
Siguiendo un polvoriento camino se llega a la orilla donde una barcaza cruza a la gente, las mercancías y las motos a la otra, y allí esperan aldeanos con ponnies o con carretas como medio de transporte por los alrededores. Comenzamos el recorrido en la torre inclinada de vigilancia Nanmyi, de 27mts. de altura, que es lo único que queda de un antiguo palacio y terminada de arruinar por el terremoto de 1838. El monasterio Bagaya Kyaung, construido, alrededor de 1834, completamente en teka, sustentado por 267 pilares, de hasta 18mts. de altura y 270cms. de circunferencia. Su oscuro y frío interior invita a acceder y flipar con esta obra maestra de complicados grabados en la entrada, puertas y tejados.
Por los campos de los alrededores los vecinos se dedican a la labranza en diferentes plantaciones, como de arroz o diferentes vegetales.
De vuelta al río lo cruzamos y tomamos dirección hacia Amarapura (o Ciudad de la Inmortalidad), la más moderna (1783), junto al inmenso Lago Taungthaman dependiendo de las lluvias caídas, donde se asientan varios poblados, y con un singular puente de teka de más de 150 años de antigüedad, que todavía está en uso: el U Bein, de 1,2kms. de largo y casi 1.000 pilares. Aunque algunos de ellos han sido reparados otros fueron sustituidos por cemento. Es considerado el mas largo del mundo de esas características. Cientos de personas lo cruzan a diario y por su estética es el principal reclamo turístico. Por los alrededores muchos antiguos templos y pagodas han sobrevivido, como Paya Pathodawgyi, destruido y restaurado en numerosas ocasiones, con dos pisos hechos en ladrillos pequeños donde se encuentran depositados 500 imágenes de Buda y una colección de 5.000 manuscritos de hoja de palma. Un poco más allá las ruinas del Palacio de Amarapura, con cuatro estupas en sus esquinas; el Monasterio Mahagandayon, de 150 años, y el famoso centro de aprendizaje budista que es el hogar de un millar de monjes que forman una procesión para tomar su comida de mediodía y final del día. Destaca el antiguo arte de tejer la seda y el algodón utilizando telares manuales que sigue muy vivo en esta zona.
Nuevamente en Mandalay otra de las noches asistí a una actuación del famoso grupo teatral de 3 los hermanos Nyeint Pwe (o “the Moustache Brothers”) que, junto a una de sus esposas, que cantan, bailan, hacen música con instrumentos tradicionales, comentan la historia del teatro birmano y de paso critican al gobierno muy sarcásticamente. Lo realizan en el salón de su propia casa por una pequeña donación (3.000R), mayoritariamente para turistas, ya que sus representaciones están prohibida por el corrupto gobierno birmano. Par Par Lay, el hermano mayor, fue encarcelado varias veces bajo la acusación de "conflictivas representaciones teatrales".
Algunos restaurantes de la ciudad, casi todas las noches, realizan bailes tradicionales para sus clientes y aunque sólo haya una persona se actúa igualmente, como me sucedió.
Un lugar que no pude visitar, debido a que el día que planeé subir la lluvia me lo impidió, fue la colina de Mandalay (230mts.), engalanada de multitud pequeños templos, estupas y budas y con unas maravillosas vistas sobre el Fuerte, la ciudad y la llanura que la circunda.
Otro lugar que atrae a mucha gente es el Fuerte Mandalay, un complejo palaciego con un perímetro perfectamente cuadrado, rodeado por un foso de 7mts. de ancho y protegido por gruesos muros de 8mts. de altura y de 3mts. a 1,5mts. de grosor por 2 kms. de largo. El interior alberga un cuartel inaccesible a los visitantes, y varios edificios, retocados recientemente. Antiguamente fue un palacio construido por el rey Mindom Min en 1857.
Una enorme torreta de vigilancia de más de 50mts. de altura que se ve desde cualquier punto de la ciudad me llamó la atención desde el primer día que llegué. Desde allí los bomberos de la ciudad lo controlan todo. Me recibieron muy amablemente y me enseñaron su pequeño cuartel y los escasos tres destartalados vehículos del que disponen.
Al día siguiente me dirigí en rickshaw al malecón donde las embarcaciones navegan hasta Mingun, donde se encuentra la famosa Pagoda Mingun (Mantara Gyyi) comenzada a construir entre 1790-1797, y que no se pudo concluir. Mientras esperaba la salida paseé por los alrededores donde se encontraban varias aldeas muy precarias con gente extremadamente pobre pero muy amables y simpáticos. Otros viven en el interior de viejas barcazas de madera y se dedican a la pesca. Tras una hora de trayecto, se comienza a ver una enorme roca, de 50mts. de altura y 72mts. x 140mts. de base, construida enteramente de ladrillos. Podría haber sido la base de la pagoda más alta del mundo (150mts.) pero quedó inconcluso tras la muerte de quien la mandó construir, el rey Bodawpaya. El terremoto de 1838, acabó por destruirla, colapsando lo que iba a ser la estupa superior sobre el hueco de los compartimentos del templo interior. 
A pocos metros y en medio del pueblo se encuentra la campana sin rotura más grande del mundo, de 90.000kg, 4mts. de altura y 5mts. de diámetro, cantidad de estupas, como Hsinbyume Paya (1816) creada arquitectónicamente con motivo de la cosmología budista en la que la Pagoda Salami se asienta sobre el Monte Meru, en el centro del universo. 
El rey de los dioses (conocido como Indra Sakka ó Thagyamini) vive ahí sobre el monte, rodeado de siete cadenas de montañas. Ésta pagoda, completamente blanca, está basada en siete terrazas concéntricas con barandillas onduladas alrededor de la estupa central o Cella  donde reposa un pequeño Buda y a la que se accede mediante una estrecha escalinata protegida por cinco monstruos mitológicos diferentes situados en nichos sobre cada terraza. Junto al río se encuentran la Pagoda Settawya, también de blanquísimo enlucido, que dicen tiene una huella que pertenece al pié de Buda en mármol, y la Pagoda Pondaw, modelo a escala de 5mts.. de altura de la Pagoda Mingun, entre muchísimas más que están colapsadas y dispersas por los alrededores.
Al atardecer me acerqué a la estación de tren para comprar el billete hacia Bagan ya que se venden siempre el día anterior al viaje.

10/12 – A las 5 de la mañana el tren se detuvo en la estación que se encuentra a 5kms. de Bagan  por lo que tuve que subir a una camioneta junto a otros viajeros para alcanzar esta histórica ciudad. Tras las correspondientes paradas para que bajaran los viajeros se detuvo en el mercado de Nyaung U pero era aún de noche y todo estaba cerrado, a excepción de una taberna donde muchos individuos desayunaban churros locales mientras esperaban el comienzo del mercadeo. 
Realicé varias vueltas entre las calles buscando algún hostal en condiciones y evitando a los rickshaws que me perseguían para que me quedara en los hoteles que a ellos les interesaban para obtener su comisión. Pues no me convencieron. Ciertamente, lo que buscaba me costaba mucho esfuerzo localizar porque éstos tipos me indicaban diferentes direcciones erróneas para que no diera con lo que buscaba, hasta que pude encontrar gracias a los vecinos a los que iba preguntado uno que tenía buena pinta cerca del mercado a un buen precio, y que sobre la marcha me cobraba el ticket de entrada a la ciudad antigua (10$) para una estancia con visita ilimitada. Apenas había descansado debido a que en el tren dormí muy mal. Aún así me lancé a la calle en busca de alguien con moto para que me llevara hacia el Bagan antiguo donde se encuentra toda la zona arqueológica.
Se trata de uno de los recintos más importantes de todo el Sudeste Asiático que durante los siglos XI y XIII se componía de más de 5.000 edificaciones pero que actualmente queda en pie cerca del millar. Se conservan aún porque fueron construidos con ladrillos, aunque les falta el enlucido de yeso, las pinturas o los panes de oro que cubrían muchos de ellos, destacando según el estilo y antigüedad. 
La abundancia de templos es tan grande que resulta imposible verlos todos aún dedicando varios días para su visita, por lo que había decidido en un principio hacerlo a motor para una rápida y mejor localización. El inconveniente es que nadie tiene moto para la movida y otra posibilidad sería hacerlo en carruaje tradicional con caballo. No está mal la manera pero es algo incómodo ya que se viaja recostado en un colchón durante todo el recorrido, eso sí, como un rey entre terciopelos en el habitáculo trasero. 
Por 7.000K conseguí uno que me llevaría durante todo el día por los templos más importantes. El trayecto de más de 5kms. se realiza entre dos carreteras paralelas y multitud de polvorientos caminos que llegan hasta las puertas de los templos. Algunos edificios sólo se pueden ver por fuera mientras que a otros hay entrar para observar su estructura, sus pinturas o bajorrelieves, o acceder a la parte alta para admirar las vistas de todo el conjunto del valle y las deslumbrantes puestas de sol. Por un lado están los Chedis o Estupas, monumentos budistas, macizos, con reliquias como un cabello, un hueso, un diente, algún objeto o vestido de Buda. Cuatro entradas conducen a otras tantas imágenes colocadas en un cubo central; los Pathos o templos, huecos, que acogen estatuas de Buda de diferentes tamaños, color y decoración y se dedican al culto aunque algunos llegan a ser ramplones; los Pithakas Taik, o bibliotecas, que albergan textos sagrados; y los Kyaung o monasterios. También se puede encontrar edificios pentagonales, los más antiguos del mundo con esta característica. Es tan sencillo llegar a ellos que en bicicleta y en una relajada semana se podría disfrutar perfectamente desde amanecidas, puestas de sol, caminatas, charlas con los locales o turistas…
En varios días recorrí una gran parte de ellos entrando en decenas de templos y encontrando estatuas doradas de buda de hasta 10mts. de altura, pinturas murales con setecientos años de antigüedad que cuentan los misterios del mundo, Budas reclinados que sonríen porque entran en el nirvana, figuras de Nats, espíritus cuyo culto es más antiguo que el propio Buda, y charlando con vendedores que se situaban en la entrada de los templos ofreciendo todo tipo de artículos. Para ver frescos destaca el Ahlodaw-Pyae, el templo de Ananda, Gubyaukgyi en la aldea de Myinkaba o Sulamani Patho (el más bonito pero no tan antiguo). Para las tallas y estatuas, Sulamani Patho, las estructuras alrededor de la aldea de Minnanthu. Para las visiones panorámicas y puestas de sol, subida al Mingala Zedi o el Shwesandaw Paya, y para estar relajado fuera de toda movida pedalear los caminos entre los pequeños poblados alrededor de las estructuras menos visitadas.
Y muy cerca de donde me quedo está el Shwezigon Paya, construido como la capilla más importante en Bagan, un lugar para el rezo y manifestación del budismo Theravada, que contiene una de las cuatro réplicas del diente sagrado de Buda…(?).
Mi siguiente destino iba a ser el descanso y recuperación en la playa y así dejar de caminar tanto durante unos días. Y que mejor, que la zona S.O. del país, la de mas fácil acceso y no se pierde mucho tiempo en llegar.

Chaungtha, la playa
12/12 – A las 6 de la mañana llegué a Yangoon, la capital, tras más de 15h. de bus con sus incesantes paradas, comer, orinar, comer, orinar, comer…. Un cartelito escrito en birmano junto al chofer de la guagua recordaba lo inoportuno que es preguntar a que hora se llega a los destinos (pues es signo de mala suerte). Llegamos a la estación del N., pero desde allí no salen las guaguas hacia Pathein, mi siguiente destino, sino desde la estación Hsimmalaik, al O., justamente al otro lado de la ciudad. Todos los tiburones (taxistas) querían llevarme, pero a "su precio", ya que decían entre risas que estaba lejísimos. Veía tantos dientes largos que me hicieron desconfiar. Mientras desayunaba eché mano de mapas y apuntes de viaje para conocer la situación en la que me encontraba porque no contaba que desde aquí no partieran buses hacia mi destino. Lo mejor sería ir en busca de un taxi compartido con más pasajeros para dividir gastos. Tras batallar el precio con un taxista que llevaba a dos más marchamos hacia el centro. Un largo recorrido y muchas vueltas para llegar a una zona de talleres apartada donde descendieron los pasajeros. Llegué por momentos a pensar que me podían dejar tirado en medio de la nada. Pero es así como funciona el riesgo de viajar solo. Tras cuarenta y cinco minutos de incertidumbre paramos en la estación correcta, y nada más pasar el control policial un muchacho ya estaba preguntando mi destino al taxista para buscarme la guagua a la que me iba a montar. ¿Comisión? La suerte se alió y en 10min. salimos con destino a Pathein, (5h.) donde haría noche para, al día siguiente, igualmente coger otra con dirección hacia una de las mejores playas birmanas.
La ciudad es pequeña, destacan varios viejos edificios coloniales británicos, un vetusto mercado, la enorme Pagoda Shwemokhtaw y algunos restaurantes de comida hindú, realmente exquisitas,. Precisamente fue en uno de ellos donde conocí al nuevo propietario de los bungalow She Hin Tha, en la playa de Ngwe Saung junto a la de Chaung Tha, donde entablamos buena amistad y me propuso un buen precio si me quedaba varios días. Vaya suerte.
Al atardecer se monta en la avenida paralela al río un mercado nocturno de artículos chinos y tailandeses baratísimos, de casa, ropas, juguetes, pinturas, comidas…, o los famosos coloridos paraguas pintados a mano que han hecho tan famosa a esta ciudad. De fondo, la música de varios puestos que venden Cd’s donde cientos de personas pasean y hacen compras hasta bien entrada la noche. Hay un buen ambiente y la gente es muy amable.
A primera hora de la mañana un destartalado bus arrancaba hacia la pequeña población de Chaung Tha, en la bahía de Bengala. Y ahí entraba de todo, desde cajas, sacos de arroz, maletas, y mogollón de pasajeros. Dio tiempo hasta de estropearse durante casi una hora a mitad de camino. 
A la llegada me esperaba el propietario para indicarme el lugar donde estaba su resort, en la zona N. de la playa Ngwe Saung, en un complejo bien cuidado y con muchos bungalós de varios precios. Dispone de varias habitaciones muy amplias con una cama doble y otra sencilla. La que me ofrecieron estaba adosada a otras seis, con un pórtico, una mesa y una silla. Perfecto para mi, por 7$ la noche. 
Estaban recuperándose del tsunami del pasado año que afectó considerablemente toda esta zona. Con marea vacía se queda una ancha playa de varios kilómetros donde los locales se echan los partiditos de fútbol, y con marea llena las vistas son preciosas. Apenas soplaba el viento, y el sol coloreaba la panorámica playera. Un paseo hacia el poblado que se encuentra a varios kilómetros revela la destrucción paisajística que se efectúa constantemente con el consentimiento gubernamental. Esto está creciendo desenfrenadamente. Cantidad de nuevos edificios se están empezando a ejecutar, restaurantes, tiendas…, mucho cemento para una zona tan apartada.
Las calles son de arena y sus casas destartaladas. Son pescadores o agricultores. Algunos hacen objetos de ratán (hojas de palma) y lo venden en el mercadillo que es muy activo entre las 6 y las 9 de la mañana donde cientos de paisanos de diferentes etnias vienen para vender o hacer las compras.
Los días han sido calurosos y han estado completamente despejados. El mar a buena temperatura. Hamaca, parasol, cervezas y al igual que en el S. de Camboya, varias pescadoras se acercaban para vender marisco: 8 langostinos y 2 cangrejos que en varias horas los traían sancochados, o asados, con arroz blanco por 2$!!.
De vuelta en bus a Pathein, a mitad de camino, nos encontramos con una celebración hindú donde el elefante Ganesh realizaba danzas en medio de la carretera y la gente de la aldea observaba. Algunos bailaban y otros daban dinero. Bajé a bailar y la gente reía pues no esperaban a un extranjero por esos lugares, y menos participando con ellos. Apenas disfruté de la fiesta porque la guagua continuaba la marcha y no me apetecía quedarme "botao" por allí.
La puesta de sol en uno de los restaurantes con terraza sobre en el río bebiendo cerveza Mandalay fue hipnotizadora. Y abajo las escenas de la gente en movimiento en las pequeñas embarcaciones que lo cruzaban, sublime.

Camino hacia la Roca Dorada
16/12 - Nuevamente en Yangon, descendí del bus y tomé un taxi hacia la estación para coger otro con destino Bago, hacia el E. del país. Allí me detuve para pasar un día y luego bajar al Monte Kyaiktiyo donde se encuentra la sagrada piedra de color pan de oro.
En Bago, me hospedé en el motel Emperor, en la calle principal que es súper-ruidosa. Quedé con un muchacho que tiene moto y se había ofrecido a ser mi guía en esta ciudad. Visitamos varios templos importantes en la zona como el Shwethalyaung, con el Buda reclinado mas hermoso del país, de 55mts. de largo y 16mts. de altura: es Gautama entrando en nibbana (Nirvana), la Pagoda Kyaik Pun, el Monasterio de Kha Khat Wain Kyaung, y la Pagoda dorada Shwemawdaw, de 114mts. de altura (puede que tenga cerca de los 1.000 años de antigüedad), rodeada de puestos de todo tipo de artículos y comida para servir a todos los devotos que vienen en peregrinación.
Por la noche pasamos por varios lugares de fiestas locales donde los tíos se gastan un montón en beber y en comprar artículos de regalos para las chicas que cantan. Otros se van de puterío a diferentes lugares, camuflados, sin luz que los delate, entre barrios alejados del centro de la ciudad, ya que la prostitución está prohibida.
Al día siguiente, nuevamente, bus hacia Kinpun, el pueblo en la base de la montaña de Kyaiktiyo, donde paran las guaguas y es buen lugar para quedarse a dormir en sus económicos moteles y restaurantes cerca del mercado donde comer a buen precio junto a todos los paisanos que aquí llegan de peregrinación. La subida se puede hacer caminando por las veredas que llevan hasta la cima en casi 3h. pasando por varias aldeas muy pobres. Los peregrinos lo hacen en camionetas cargadas hasta los topes. Los portadores, con enormes canastas de mimbre, llevan de todo. Algunos hasta personas a modo de taxi. 
La llegada por el sendero es espectacular: al fondo, sobre un precipicio, se encuentra una enorme piedra redonda que casi cuelga en el vacío (dicen que un pelo de Buda hace de contrapeso para que no caiga) y con una pequeña Estupa sobre ella . Se accede por unos escalones y se atraviesa la puerta de entrada donde hay que descalzarse. Cientos de peregrinos van acercándose al lugar en absoluto silencio. Una gran plaza los acoge entre varios templos donde se ofrenda. Muchos están tirados por los suelos, comiendo o charlando. Llevan varios días ahí. De fondo música budista y cánticos de monjes. Sólo los hombres pueden pegar las hojas de pan de oro sobre ella. Cuando cae la noche la puesta de sol enrojece el entorno. Las mujeres cantan o rezan en un balcón preparado para ello.

Yangon, la Capital y el final del viaje
18/12 – Varias hora de destartalado bus para llegar a Yangon junto a dos ingleses, último punto del viaje. Un improvisado taxista nos quiere llevar al centro en su coche particular y se busca el odio con el resto de los taxistas, pero al final tras varios empujones y gritos consigue zafarse y llevarnos. Aunque es una ciudad muy grande, caótica, ruidosa y sucia, también tiene su encanto. Muchísimos templos y mercados, tiendas, edificios coloniales, y cantidad de gente, sobre todo hindúes. Es muy sencillo moverse en esta ciudad.
Me quedé en un hotelito barato y bien situado cerca del mercado Thengyi Zei. Aproveché el resto de la tarde para investigar por los alrededores de la Pagoda Sule que se remonta más de 2.000 años, situada en la rotonda principal de la  avenida, y que tiene una gran Estupa dorada de casi 50mts. de altura, rodeada también por multitud de tienditas, puestos de comidas y bebidas, como la de caña dulce o de diferentes frutas. Es el centro comercial de la zona, y muy vibrante. Algo más allá, el templo Sri Kali (una de las consortes de Shiva) con sus tradicionales imágenes sobre el pórtico de entrada congrega a un buen grupo de hindúes que llevan ofrendas. Mientras, por el camino, también descubriendo más restaurantes y baretos indostaníes, aproveché para tomar de postre un Lassi (bebida tradicional de India hecha a base de yogurt, que se bebe frío, y puede ser dulce o salado. Éste último a veces está condimentado con comino y pimienta. O el que añade a su composición frutas como plátano, mango o papaya) y, por supuesto, las calles de los alrededores. Cada vez me gustaba más esta ciudad.
Al día siguiente, un desayuno de dulces hindúes y pateo durante todo el día hacia la Catedral de St. Mary, el mercado Mingala Zei (uno de los mas coloridos y bulliciosos por lo barato que es) y desde allí en taxi hasta la poco conocida Pagoda Chaukhtatgyi que tiene un enorme buda recostado donde destaca las inscripciones en sus plantas de los pies. 
Luego, caminando hacia la Pagoda Shwedagon, el santuario más sagrado y venerado del país, que es realmente sublime, situado sobre una elevación del terreno de casi 100mts.. Su estupa dorada en forma de campana se divisa desde cualquier punto de la ciudad. Paseando a través de su amplio interior se encuentran pequeñas Estupas, templos e infinidad de imágenes de Buda. Observar a los visitantes tanto religiosos como laicos que vienen de cualquier parte del mundo y admirar la puesta de sol sobre la pagoda son los recuerdos que me llevo de este lugar.
Shwedagon se ha convertido en el símbolo de Myanmar. A su entrada cantidad de tienditas venden todos los productos religiosos necesarios para un buen budista. Aquí pasé muchas horas observando el continuo movimiento de los feligreses y peregrinos ofrendando, rezando o circunvalándola (kora). De fondo música de cantos budistas.
Y la vuelta, casi oscureciendo, fue muy emotiva ya que regresaba cargado de detalles que dejé para comprar al final del viaje y esto indicaba que el mismo estaba a punto de concluir después de tres intensos meses. 
Tan solo quedaba volar hasta Bangkok y desde allí enlazar al día siguiente, con el vuelo de vuelta a casa.