Sabai dii...Laos!

Un estrecho camino de tierra y algunas casitas entre la vegetación marcaba la dirección a seguir… Me encontraba en Voen Kan, el punto más al sur del país. Un mototaxi se ofreció llevarme, pero supuse que no podía andar muy lejos del puesto fronterizo, como así fue, ya que estaba a unos pocos cientos de metros de él y que esto era una artimaña para que todos sacaran un dinerillo, de mí, como turista. En el interior de un deteriorado “quiosco”, que más parecía un bochinche de verbenas, se encontraban tres aburridos guardias a la espera de sellar mi pasaporte, y que, aparte, muy amablemente se “ofrecieron” a buscarme transporte para salir de ahí, entre varios mototaxis que por allí estaban pululando.
Y nuevamente comienza la lucha. Tenía claro que las comisiones iban a subir estrepitosamente el precio del trayecto. Por lo que con toda tranquilidad marché del lugar, me senté en un restaurante algo más alejado del control y esperé que la suerte me acompañara. Un mototaxi se sentó a mi lado y tras media hora de lucha, conseguí obtener el precio que creía justo por el transporte hasta Hat Xai Khun, 4$, para luego coger una barcaza y cruzar a la isla Don Khong, en la maravillosa zona de Si Phan Don (Cuatro Mil Islas). Durante los meses secos, el fascinante río Mekong, desciende en profundidad, dejando miles de isletas o bancos de arena a la vista, en sus últimos 50km antes de alcanzar Camboya. Las impresionantes pequeñas cataratas, rápidos y delfines Irrawadis (Paa khaa, en laotiano) son las principales atracciones del lugar, al que hay que dirigirse en barcaza.
La carretera que bordea esta isla está en buen estado y no tiene pendientes, perfecta para pedalearla e introducirse en los poblados, con sus pequeños templos particulares, de hasta 100 años de antigüedad, que se van encontrando. Las vistas son muy escénicas, entre cantidad de arrozales, plantaciones, gente en el arcén vendiendo pastelitos de guarapo o trabajando la tierra con bueyes.
Aquí parece que la gente es más seria, pero muy simpática y sólo saludan si uno lo hace. Varias paradas en diferentes poblados me hicieron ser el centro de atención del día para ellos. Muchos querían que subiera las escaleras de madera de sus viviendas y me sentara un rato con ellos en la sala (de estar, por el día, y dormitorio por la noche). Siempre tienen algo de comer para ofrecer. O té, para beber, y así entablar algún tipo de conversación. Esta isla es ideal para quedarse muchos días descansando y disfrutando del lugar.

2/11 - Desde el muelle en Hat Xai Khun se cogen las guaguas hacia las ciudades del norte, entre ellas Pakse, mi próximo destino en la provincia Champasak, donde destaca el pueblo del mismo nombre, con varias ruinas interesantísimas que ver, y los paseos por la llanura de Bolaven con sus variados grupos étnicos.
Aproveché que en el hotel donde me quedaba varios turistas preparaban una ruta por los alrededores en ranchera para juntarme a ellos. Y así visitamos al día siguiente entre carreteras de tierra y piedras, varios poblados de minorías étnicas al igual que la pequeña cascada Tat Lo, con dos piscinas naturales, dentro de un paraje protegido. Tat Lo Resort es un complejo de bungalows situado en la parte superior de la cascada. Hay 3 opciones de alojamiento, un bungalow privado con una mejor ubicación 35$, salas de bungalows de 25000kip a 45000kip. Realizan excursiones por la zona. Incluso con elefantes. También se puede observar cómo los pescadores locales se lo trabajan con sus redes en el río o en la cascada. Fuera del recinto hay algunas cabañas de madera justo antes del puente con un único costo de 7.000kip. Desde el cruce en la carretera en la que para el bus local hay que andar por un camino de tierra durante 1km hasta llegar al lugar.
Al día siguiente, alquilé una moto para bajar a la ruinas del templo khemer Um Muang (también conocido como Muang Tomo ó Um Tomo) construido en piedra arenisca en el siglo IX, dedicado a Rudani, consorte de Shiva, escondido entre un denso bosque a 45km al sur de Pakse, al que se llega por una carretera de tierra y el Wat Phu Champasak, un santuario también khemer muy importante en la historia de este país. Hay que cruzar el Mekong con barcaza compuesta por dos canoas amarradas con cuerdas a una tarima de madera, donde se puede meter la moto, muy necesaria para poder llegar hasta el lugar. Aunque muy pequeño comparado con Angkor, la soledad, la frialdad y la altura del lugar, hipnotiza a cualquiera. El templo principal está en la cima de un monte, el Phu Pasak, rodeada de espesa vegetación donde se encuentran muchas esculturas caídas, otras escondidas entre ella, piedras grabadas, y ceremoniales para sacrificios humanos con un recogedor de sangre con forma de un gran lagarto; una pequeña caída de agua sagrada que proviene de la montaña santa, que según dicen los creyentes, tiene altas propiedades curativas; y muchos otros templos destruidos desperdigados algo más allá.

5/11 - Tras seis interminables horas de bus, con infinidad de paradas, llego a Savannakhet, una ciudad fronteriza con Tailandia, a través del río, con gran número de vietnamitas asentados desde hace muchos años, y muchas edificaciones coloniales francesas y franco-chinas; con cantidad de actividad en los embarcaderos tanto para cruzar hacia Tailandia, y que desde aquí se ve perfectamente, como comerciales, o lugar de paso entre Tailandia y Vietnam. O para acceder al Hochimin Trail, en el distrito de Xepon a casi 160kms, donde se puede encontrar, mediante un guía local, muchos de los restos militares (tanques, camiones, piezas de artillería, y bombas sin explotar) que fueron destruidos y abandonados durante la guerra y ahora están semi-cubiertos por la selva. Aunque muchos poblados ya han sido reconstruidos, aún se pueden ver restos de templos que fueron “pulverizados” por la artillería, misiles o lanzaderas, y bosques desfoliados. Savannakhet, segunda ciudad más grande, en sí apenas tiene interés, aunque hay un templo muy activo, Wat Sainyaphum, con una interesante mezcla de arquitectura colonial francesa de estilo budista con fantástico adornos en bajo-relieves de camellos y rinocerontes en los muros exteriores, entre otras muchas obras en su interior. Coincidí con la ceremonia de cremación, con duración de tres días, de uno de los monjes más viejos del complejo, y a la que fui invitado. Se llegaron a reunir cientos de ellos en su interior, y cantidad de feligreses. Realizaron muchos actos, rezos y comidas. La incineración de la caja funeraria, finamente labrada, bajo un trono o tabernáculo de bambú, fue el último y muy emotivo evento.
A 12km se encuentra la estupa sagrada That Ing Hang, (s. XVI), de intrincada estructura tradicional budista laotiana, 9m de altura y es el segundo lugar de culto más importante del sur de Laos, después del Wat Phu Champasak. No me fue difícil encontrar moto-taxi para que me llevara, pues el mismo conductor de tuck-tuck , o triciclo a motor (saam-laaw), volvió a su casa en busca de ella, para llevarme y ganarse unos riales, no sin antes haber luchado casi irritadamente con otros en busca del precio real. Por el camino, se hace imprescindible parar en el mercado (Talaat Savanxay), 100 metros al este de la estación de guaguas. Es bastante grande y la sección interesante (verduras y carne) se encuentra en el extremo norte. Durante el día hay muchos puestos para comer ahí mismo.
Para la cena se puede intentar al lado del Mekong o probar la pequeña calle, al norte del decepcionante "Food Garden". A lo largo de Latsavongseuk, justo al norte de la calle Tha Dan, un pequeño puesto de comidas se preparan sabrosos embutidos y snacks aceitosos con una buena salsa y ensalada alrededor de 4.000k.

7/11 – Durante los tres días que dura el trámite del visado en la embajada birmana, aquí en Vientiane, descanso en esta pequeña capital.
La principal avenida Thanon Fa Ngum, se curva, paralela al río Mekong, alineada por eucaliptos y tekas, al igual que la calle Thanon Setthathirat, uno de los ejes de la ciudad, donde se encuentran templos, comercios, restaurantes franceses, hindúes, japoneses o laotianos, bares, la rotonda de la Fontana Nam Phou, zona que por la noche se convierte en centro de la vida nocturna, y un enorme y desproporcionado Salón de la Cultura Nacional, situado frente al Museo de Historia, entre otros muchos atractivos. En realidad no es lo que se espera de una capital y por eso me gustó. Es más como un pueblo sin atmósfera, es difícil encontrar lugares de interés, no hay tráfico (pefecto!) y tiene unas maravillosas vistas hacia el río. Buen ambiente.
La mayoría de los restaurantes son demasiado occidental (francés) y muy caros. Pero los restaurantes a lo largo del Mekong (hacia el oeste, un poco fuera del centro) merecen más la pena.
Todos los sábados a las 16.00h se puede hacer (gratis) una meditación sentado o caminando en el templo Wat Sok Pa Luang. Es realmente bueno. Dos monjes conducen la sesión.
Me quedo en el hotel Saysana, que debajo tiene una pequeña pero agitada discoteca, frente al Templo Ong Teu Mahawihan, uno de los más importantes del país y que tiene un buda de bronce de varias toneladas, del siglo XVI, residencia del gran patriarca del budismo laotiano y un importante centro de estudios religiosos. Detrás se encuentra el Monasterio In Paeng, característico por sus hermosos relieves. Pero entre todos destaca el Wat Si Saket, probablemente el templo más antiguo en sus orígenes, de Vientiane, con 6.840 imágenes del Buda hechas en plata, bronce, madera o arcilla, y el Wat Si Muang, el templo más visitado, con unos pilares en forma de falo (lák méuang) que son considerados los guardianes de la capital. Con una bicicleta se puede recorrer toda la ciudad sin esfuerzo, sobre todo haciendo la ruta pasando por el monumento conmemorativo Patuxai, hacia el templo más característico del país, el Pha That Luang, (construido sobre las ruinas de un templo jemer del s.XIII por el Rey Settharthirat cuando trasladó la capital de Lan Xang de Luang Prabang a su ubicación actual en Vientianne, alrededor de 1.560. Pero al igual que el resto de la capital, fue destruido en 1828 por los militares siameses, y finalmente restaurado a principio de 1900 por los nuevos gobernantes franceses, realizándose una segunda restauración alrededor de 1930 a su diseño original. Tiene un significado especial en Laos, puesto que ha llegado a ser el símbolo de la nación lao).
Y por fin, al tercer día, ya tengo el visado sellado por la embajada en mi pasaporte (20$) garantía para acceder a Myanmar.

11/11 - Decido no visitar Van Vieng y continúo en bus hasta Luang Prabang, aunque un inesperado reventón de rueda nos deja tirados mucho tiempo a dos horas de llegar. Me quedo algo lejos de toda la zona turística que comprende los alrededores del río. Ciudad declarada por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, situada en la confluencia entre el río Mekong y su afluente el Nam Khan, está abarrotada de grupos turísticos y mochileros, pero aún así se puede encontrar lugares pocos concurridos y muy encantadores.
La subida, sobre todo a primera hora de la mañana a la Colina Phu Si, que tiene 100mts de altura, en la que se asientan varios templos, está coronada por una estupa dorada, That Chomsi, que apunta directamente al cielo, y desde donde se tiene unas maravillosas vistas, 360º, de todo el entorno.
Debajo de ella, cantidad de templos y monasterios, algo más de 60, el Museo del Palacio Real, y el Tala Dala, un exuberante, pero no muy frenético mercado, donde se puede comprar, sobre todo, ropa. Todos los días, a las 5 de la mañana, y casi siempre sobre una suave bruma que envuelve la calle principal Thanon Sakkalin, una larguísima fila de monjes de todos los templos de la ciudad recogen con sus escudillas en mano los alimentos, arroz o frutas, que varias filas de arrodillados devotos ciudadanos han traído como ofrenda diaria, y que una vez de vuelta a sus respectivos templos reparten entre ellos, para todo el día.
Hay un montón de pequeños restaurantes, bares y lugares para comer muy popular entre los turistas. Aunque baratos, nada especial pues son casi todos de pizzas, papas fritas y pollo, comidas laotianas, hindú y tailandesa, y todos pueden encontrarse en las principales calles. Los laotianos en su pequeños puestos callejeros venden alimentos: todo tipo de intestinos frescos a la parrilla, cabezas de pollo, patas de pollo, grillos ... »
Hay una panadería en la calle principal (entre el mercado y la antigua estación de autobuses) donde se puede pedir pan dulce, blanco, pasteles, bollería y buen café laotiano.
Hay un montón de cuevas para visitar, en torno a las cuales siete son más importantes, situadas de 2 a 16km. Tham Jang es la más famosa: a la mayoría de viajeros no les molesta haber pagado los 4.000k por el show del Buda y las luces y van directo a nadar dentro de la cueva (necesario linternas o antorchas). Esta agradable zona es también un favorito entre los locales durante los días de descanso. La cueva está cerca de Vang Vieng Resort (10min a pie) y cuesta 500k a cruzar su puente (+200k con bicicleta). Por otra parte, si no ha llovido, se llega tomando una pequeña carretera a la derecha de la entrada y cruzando el río a pie.
Otra favorita es Tham Pha Puak. La idea aquí no es tanto la cueva, sino la subida a la cumbre para procurar las hermosas vistas. La mayoría de las cuevas tienen un derecho de entrada de 0,30$.

14/11- La pequeña estación de bus de L.P., a casi 3kms del centro, es generalmente de paso para los trayectos hacia el norte por lo que tener asiento asegurado es muy difícil. Y me ocurrió precisamente cuando más necesitaba tenerlo para dormir en mi itinerario hacia Luang Nam Tha, de 10 horas. En el único que pasa por la tarde, a las 7, sólo pude encontrar hueco en el pasillo, y sentarme, al igual que otros diez más, en una sillita de plástico. Y que mala noche pasé, sin poder cerrar ojos, entre los baches, curvas, velocidad y la borrachera de cervezas que llevaba el conductor que reemplazó al primero, ambos muy jóvenes. Varias paradas nocturnas, en tabernas de carreteras, para estirar piernas, hacer necesidades o comer algo. Durante el trayecto conocí a Jordi, un catalán de los pocos auténticos trotamundos, que viajaba con varios franceses, también, hacia mi destino.
Llegamos a las 4:30 de la mañana, y la misión era encontrar lugar donde descansar. Hay mucho que ver en Luang Nam Tha, una pequeña ciudad, que más bien parece un gran pueblo. Y una bici es ideal para recorrer los templos, entre ellos el Bat Luang Khon, los poblados de los alrededores, sentarse a hablar con los paisanos, verlos cultivando los campos de arroz… Pero uno de los mejores lugares donde se pueden ver las diferentes etnias, Akha, Hmong, Lao Huay, Mien, Lolo, ó Yunnanese es cerca de las fronteras birmanas y chinas. O también, fumar opio..!!
El pueblo Muang Sing, es mi último destino al norte de Laos. Y aunque son dos grupos los que dominan el área, los Thai Lu y los Akhas, un trecking por los alrededores de varios días es ideal para visitar algunos de ellos. Me encuentro con muchos más extranjeros de lo que esperaba. Vaya decepción. Aunque casi todos son bastante hippies y van de buen rollo. Esperaba ver también a los paisanos vestidos con atuendos tradicionales, pero no ha sido así. Y es que desconocía que este fuera un lugar bastante frecuentado por turistas. Las vendedoras locales vestidas con diferentes ropajes tradicionales, los atosigan ofreciendo todo tipo de objetos hechos por ellas o traídas de fuera. Me sorprendió enormemente porque hasta ahora no había vivido esta situación en ningún lugar del país. Pero, es que estoy casi en el culo del mundo…!!.
Una incursión en bici por un apartado poblado encontré un grupo de chicas Hmong con indumentaria tradicional de colores. La alegría me duró poco, al observar a una de ellas salir corriendo hacia su casa. ¿Qué podría significar? Jodeeeer, se acercó con una canastilla llena de paños típicos para vender a turistas!!!.
En otros poblados tampoco encontré lo que buscaba. Conclusión: he llegado "algo" tarde a esta zona. Debo adentrarme mucho más en los montes, y para eso sí que se necesita bastante más tiempo, y ya no dispongo de ello. Hubo una fiesta religiosa en el templo Xieng Jai, con rezos, ofrendas, cantos y platos de comida para los peregrinos, preludio del Festival Xieng Tung, que se celebra en la luna llena del doceavo mes lunar, y que este año he coincidido en este lugar (16 de noviembre). Hubo fiesta al atardecer, mercadillo con puestos de diferentes comidas, juegos, música, concierto-baile y mucha gente que vienen de otros pueblos. Y vaya borrachera me cogí junto a un grupo de paisanos que me invitaron.
Pero lo que realmente hizo interesante la estancia fue la romería-ofrenda de los diferentes grupos étnicos a la estupa Thai Lu (de 10m de altura y base octogonal y de estilo Lanna-Lan Xang) enclavada sobre un monte sagrado a 5km del pueblo. Este festival combina el budismo Theravada y elementos de culto animista, y los peregrinos acceden por un empinado camino de piedras cargando ofrendas, velas, flores, incienso, y ataviados con sus respectivos trajes étnicos, congregándose cientos de ellos para pasar todo el día entre puestos de ropa, alhajas, abalorios, juguetes, vendedores de Khào Laam (arroz dulce pegajoso cocinado en interior de bambú), y fotógrafos locales… Habían instalado un puesto con música religiosa, y donde varios sacerdotes recibían las ofrendas de los devotos a cambio de la bendición y dedicarles una oración a través de megafonía.
Mucha gente, sentadas en esterillas, bajo los árboles o bajo toldos, una vez llegada la noche comenzaron a beber y bailar hasta altas horas.
Al siguiente día, y durante tres estuve de senderismo (eco-trecking/357.000k) junto a dos españoles y tres israelitas por los montes de los alrededores, un área protegida. El pateo fue fantástico, subiendo y bajando montes, pasando por algunos valles, hermosos bosques y visitamos interesantes poblados de las diferentes minorías (Khmu, Lanten). Al atardecer llegábamos a los poblados donde nos quedábamos a dormir. Lo mejor de todo estos es que parte del dinero sen queda en los pueblos.

20/11 – A las 6:30 de la mañana debía de salir el bus pero estaba averiado y hasta las 9:15 no partió. Pero al poco volvió a romper y tuvimos que regresar al punto de partida. Nos cambiamos a un minibús, con lo que tuvimos que hacer más hueco para que todos entrásemos. Y las casualidades hace que éste, cuatro horas más tarde también se estropee. Otra hora para solucionar un problema de radiador con cinta aislante, tirados en medio de una carretera que atravesaba una espesísima jungla, llena de altísimos árboles. Cada varios kilómetros debían llenarlo con agua de los riachuelos.
Llegamos a Huay Xai a la una de la mañana. Casi todos abandonaron el bus excepto cinco, que nos quedamos porque el chofer nos permitió dormir en el interior hasta que amaneciera. Pero los laotianos son tan escandalosos y extremadamente inquietos que no lograba dormir, por lo que decidí salir en busca de una habitación en algún hostal cercano. A las ocho de la mañana retiramos los equipajes del techo del bus, y marché dirección inmigración para salir del país cruzando el río Mekong.
El corto trayecto en barca hasta la otra orilla donde se encuentra el pueblo de Chiang Khog en Tailandia cuesta 20B, y es ahí donde se pasa el control de pasaporte. A pocos metros está la parada de tuck-tucks que me llevaría hasta el centro, donde se encuentra las de guaguas junto al mercado. En tres horas el bus me dejó en Chiang Rai, donde hice noche para así poder comprar el billete de vuelta de Yangon (Myanmar) hasta Bangkok, el 21 de diciembre con Thai Airways, y tenerlo ya, en mano, asegurado.
Paseando nuevamente por una ciudad en la que había estado hace 15 años, observo que apenas había cambiado algo. Todo seguía prácticamente igual. El mercado nocturno, donde al atardecer decenas de puestos de comida exponen sus productos, mesas y sillas colocadas en frente para cenar, un escenario donde hay algunas actuaciones musicales en directo y puestos de venta de plata, ropas, regalos… Pubs, prostitutas, muchas peluquerías y salas de masajes hacen puntos de encuentro. Las agencias de viajes y muchas tiendas se encargan también de los trecking por los alrededores.

22/11- A primera hora de la mañana un taxi-jepnee compartido nos llevaba hasta Mae Sai, ciudad fronteriza.
Allí pude cambiar euros por Kyats birmanos en un anticuario que también hacía de cambista, pero ilegal. Consieguí mucho mejor cambio que con los bancos que ahí se asientan.
Tan sólo quedaba volver a sellar la salida en el pasaporte en la aduana tailandesa, atravesar el puente que separa Tailandia de Myanmar y conseguir en la aduana birmana el sello sobre mi visado de entrada para, en prácticamente un mes, hacer la ruta que ya tenía en un principio decidida por este país. Fueron muy amables, y en media hora me despacharon, tras fotocopiar todo lo que a ellos se les ocurría.